20 de agosto de 2013

Michael Apple y la educación democrática...

¿A quién pertenece el conocimiento que enseñamos? ¿A quién no? ¿Quién se beneficia con la educación y quién no? 
¿Qué queremos decir con evaluar? Evaluar queda reducido siempre al significado más pobre de la palabra ( medir resultados) con la consecuente pérdida de la memoria colectiva. 
La palabra "calidad" está relacionada con la de "equidad".
A veces se trata de cosas muy pequeñas lo que produce cambios positivos, clases con pocos niños, maestros preparados para conectar el currículum con la vida cotidiana, capaces de escuchar a sus alumnos, (...)  o cambios más pequeños, como hacer baños para las niñas (caso indio). No ocuparse de eso equivale a que la idea de equidad es una ficción.
Tensión entre inclusión y calidad: Los estándares actuales de calidad, con los parámetros con los que se evalúa a nivel central la calidad ... todo esto coexiste con las necesidades que nos impone la tarea de educar a una población cada vez más diversa.
La contradicción sigue allí porque la evaluación de la calidad que rige en Argentina, como en EEUU, esas normas y esos parámetros no son argentinos, son fijados por el FMI entonces no sé en qué medida se puede zafar de esa presión(...)Hay una coalición allí afuera que quiere elevar los parámetros que evalúan la calidad educativa... porque sus  propósitos son sólo económicos y sustentados en una ideología particular. Todo esto está conectado, y no sé cuál sería la solución.

Michael Apple, un maestro, un intelectual del currículum que elige no esconderse detrás del escritorio de una cátedra, y sale a investigar con sus iguales, los maestros.

11 de agosto de 2013

Los niños, los libros, los lectores... un relato de vida.


"Durante 16 años fui maestra de grado y así como equivoqué el camino con mis  hijos, logré grandes éxitos con mis alumnos, que salieron excelentes lectores, cada tanto me encuentro con alguno que me lo recuerda. Cuando alguien me dice por la calle “señorita Graciela”, ya sé por donde viene la cosa.
Hace unas semanas me llaman a casa por teléfono, “¡Señorita Graciela!”, me dice una voz de mujer, “Soy Alicia Gutiérrez, ¿se acuerda de mí?”. Acordarme, así de sopetón de los setecientos alumnos que pasaron por mis manos, por mi corazón… ¡pues me acordé!, de su carita de seis años, del color de su pelo, de dónde se sentaba y hasta de su letra redonda.
¿Y saben qué me contó mi alumna? Esto me contó. Que ella tenía una abuela que siempre andaba triste, muy triste. ¿Abuelita, por qué estás tan triste?, le preguntaba ella. Y la abuelita le contestaba “que nada, que cosas de la vida” hasta que un día, cuando mi alumna ya era mujer, la abuela se lo confesó: “Sabés que yo nunca aprendí ni a leer ni a escribir, sólo firmar sé”, se lo dijo llorando, y lloraba mi alumna, mientras me lo contaba, y del otro lado del teléfono, también lloraba yo.
Y sigue la historia, entonces mi alumna le dijo a su abuela que no llorara, que sin que nadie se enterara, ella le iba a enseñar a leer y escribir. Y ¿saben de qué se valió para enseñarle? De los cuadernos de primero inferior, de lo que yo le había enseñado en esos cuadernos hacía ya 37 años, por eso me llamaba, para darme las gracias.
¿Y QUÉ PASÓ CON LA ABUELA?
Esta historia tiene un final feliz.
Que aprendió a leer y escribir, y desde ese día leyó, leyó y leyó. Pero no los diarios o las revistas para señoras o las recetas de cocina. ¡No señor! Cuentos infantiles leyó, cuentos de hadas y de brujas, y los de enanitos. “Los que nunca nadie me contó, los que no pude leer cuando era una nena.” Tan conmovida me sentí, ¡tan hermoso me pareció ese relato de vida!, por eso pensé en compartirlo hoy, aquí con ustedes, maestros".
El texto completo lo leen acá
También les recomiendo que vean este video que no se puede compartir, hay que verlo directamente de YouTube: http://www.youtube.com/watch?v=cZLQootKCKs 

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